La historia de la Universidad Externado de Colombia es la misma historia de nuestro país; de un país que NO se resigna frente a las dificultades, que ha aprendido a nadar a contracorriente y que ha crecido aun en medio de las vicisitudes.
Su nacimiento –aquí lo han dicho– fue un acto de rebeldía frente a la Constitución centralista de 1886 y también frente al Concordato que dejó a la educación en manos de la Iglesia.
Ese fue apenas el inicio de un largo camino… un camino exitoso, sí, pero también marcado por hechos dolorosos que los han golpeado, y de qué forma: –la Guerra de los Mil Días, la represión de la dictadura, y hasta el holocausto del Palacio de Justicia–.
Pero tan formidable como la residencia de la Universidad Externado es también su enorme contribución a Colombia.
Desde el principio esta institución, como debe ser cualquier universidad, fue concebida para promover el “estudio libre de las ideas”, lo que incluía el respeto por los diferentes credos religiosos o inclinaciones políticas –es decir, la TOLERANCIA que tanto necesitamos–.
Su rector, el doctor Henao, lo ha dicho: el Externado –desde su concepción– ha tenido un ESPÍRITU LIBERAL, pero NO en términos partidistas, sino en términos conceptuales.
Dicho de esa forma… ¡bien podría yo considerarme un externadista por convicción!
Justamente, en el aniversario de otra universidad –hace un par de años– hablé de cuán orgulloso estaba de mi ESTIRPE LIBERAL.
Y es que las ideas liberales están inspiradas en el valor fundamental de la LIBERTAD –un valor en el que muchos creemos, sin distingo de nuestros orígenes políticos–.
Desde el Gobierno, por ejemplo, trabajamos por la libertad de Colombia en tres grandes frentes: paz, equidad y educación.
En otras palabras, trabajamos a diario para liberarnos de la violencia y de la guerra, para romper las cadenas de la pobreza y de la inequidad, y para desatar el potencial de nuestro recurso humano a través de un país más y mejor educado.
El Externado puede dar fe de la educación como instrumento de libertad –como poderosa herramienta de transformación social y de paz–, más aún cuando 226 jóvenes del programa Ser Pilo Paga –jóvenes talentosos de familias muy humildes– han escogido a esta universidad para formarse y forjarse un mejor futuro.
Y diría, además, que otro frente en el que hemos hecho énfasis es el de la justicia –fundamental para cualquier sociedad que crea en la libertad–.
Porque la plena vigencia del estado de Derecho es la mayor garantía de la protección de los derechos y libertades ciudadanas. Bien decía Santander que las leyes –y su buena aplicación– nos darían la libertad.
Y me complace constatar que también avanzamos en este tema de la mano de la Universidad Externado –una verdadera autoridad en materia de derecho–.
Son muchos los egresados de esta universidad que han contribuido y contribuyen a mejorar nuestro país. Que impresionante lista de los profesores ausentes, muy impresionante, hoy hay muchos que están contribuyéndole al país, para no ir más lejos nuestro actual Ministro de Justicia.
Uno de esos ilustres colombianos fue el doctor Fernando Hinestrosa –que en paz descanse–. Gran amigo. ¿Qué pensaría Roberto su padre, viéndolo ahora de presidente del Consejo. Él mismo fue presidente del Consejo.
Y Fernando consolidó a esta universidad como una de las mejores del país y que, con generosidad y patriotismo, presidió en sus últimos días la comisión de expertos que trabajó en el nuevo Estatuto de Arbitraje Nacional e Internacional –considerado por muchos como el estado del arte en esta materia–.
Su sucesor en la rectoría, el doctor Juan Carlos Henao –al igual que el doctor Hinestrosa– ha ido más allá de las paredes de estas aulas –y más allá de los “títulos”– para sumarse a objetivos de trascendencia nacional.
Juan Carlos Henao –junto con Manuel José Cepeda, ambos expresidentes de la Corte Constitucional– ha hecho una invaluable contribución como uno de los arquitectos de la Jurisdicción Especial para la Paz –ese “andamiaje” que nos permitirá aplicar la justicia transicional, como debe ser, para superar el conflicto y alcanzar una paz estable y duradera–.
Los externadistas pueden sentirse muy orgullosos de su rector, porque ha sido protagonista de un hecho histórico y –en particular– de la elaboración de un esquema que muchos expertos coinciden en llamar único, y que puede ser modelo para otros procesos en el mundo.
Este es un sistema diseñado –como lo he dicho muchas veces– con el objetivo de lograr el máximo de justicia que nos permita la paz.
Y es un sistema que garantiza lo que todos queremos: UNA PAZ SIN IMPUNIDAD.
¿Y por qué este sistema es considerado único?
Porque de todos los procesos de paz que ha habido en el mundo –incluyendo los que se han realizado bajo la vigencia del Estatuto de Roma– nunca las partes se habían puesto de acuerdo, como se hizo aquí, en la creación de un Tribunal con capacidad para investigar, juzgar y sancionar.
Al final de un conflicto se suelen conceder amnistías e indultos, como lo hemos hecho varias veces en nuestro país. Pero hay crímenes tan graves que ni la ley ni nuestra conciencia nos permite amnistiar.
Por eso la piedra angular del acuerdo sobre justicia es el pacto de que NO habrá amnistía para los crímenes de lesa humanidad, los graves crímenes de guerra, el genocidio… y, EN GENERAL, las graves violaciones a los derechos humanos y las graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario.
Todos estos delitos NO SERÁN AMNISTIADOS, sino que serán juzgados y sancionados por la nueva jurisdicción.
Es la primera vez en la historia de la resolución de conflictos armados con grupos insurgentes que no se otorga una amnistía general, sino que los máximos responsables de crímenes de guerra y lesa humanidad deberán ser investigados, juzgados y sancionados.
Es decir, aquí no habrá impunidad, como muchos han sugerido con el claro objetivo de desinformar.
Eso nunca había pasado en ningún proceso de paz.
Y no se trata de sanciones meramente simbólicas… NO.
Las sanciones serán impuestas por un tribunal independiente e imparcial integrado por magistrados de las más altas calidades; su ejecución practica estará sujeta a un régimen de seguridad y vigilancia, y habrá monitoreo continuo de órganos nacionales o internacionales.
Falta acordar en la mesa cómo se van a nombrar los magistrados del tribunal, pero ya está establecido –OJO– que no serán sugeridos y mucho menos nombrados por ninguna de la partes, sino que su designación será hecha por terceros que tengan un gran reconocimiento y legitimidad nacional e internacional.
Además, el tribunal recibirá informes periódicos sobre el cumplimiento de las sanciones, y sólo se entenderán cumplidas cuando el mismo tribunal certifique que su sentencia fue ejecutada de manera seria y rigurosa.
Los miembros de las FARC que reconozcan que participaron en los crímenes más graves y representativos estarán sujetos a sanciones, impuestas por el Tribunal de Paz, con una restricción efectiva de la libertad entre 5 y 8 años, complementada con la obligación de realizar obras y trabajos en beneficio de las víctimas.
Es decir, aquí se aplica una justicia punitiva y, a la vez, una justicia restaurativa y reparadora.
Pero ese tratamiento especial solo es posible si cumplen varias condiciones: para recibir esta sanción la persona debe reconocer de manera pública su responsabilidad en tales crímenes, ofrecer verdad detallada sobre los delitos cometidos, y participar en las medidas de reparación y no repetición, incluyendo el compromiso de no volver a delinquir.
Si no reconoce toda la verdad y responsabilidad en todos los delitos en que participó, la sanción puede llegar a ser hasta de 20 años de prisión. ¡Así de claro!
Por otro lado, si vuelve a delinquir, el propio Tribunal para La Paz podrá revisar la sentencia y derivar las consecuencias negativas que establezcan las normas de desarrollo de los acuerdos.
Y, por supuesto, como la Jurisdicción Especial para la Paz conoce únicamente de delitos cometidos antes de la firma del acuerdo final, cualquier delito posterior va a la justicia ordinaria y se sujeta a las normas ordinarias. Además, según el delito, podrá ser extraditado.
Desde el Papa Francisco, hasta diversas organizaciones de toda índole, todos han hecho un llamado para que la justicia transicional que apliquemos en Colombia cumpla con los estándares del ordenamiento jurídico nacional e internacional.
Hoy puedo decir –como lo dicen también connotados expertos– que lo hemos logrado.
Ni en Sudáfrica, ni en Irlanda del Norte, ni en ningún otro país –repito–, se logró que los responsables de graves delitos se sometieran a la justicia para ser sancionados.
Hemos ido mucho más allá que en esos países para evitar la impunidad y garantizar los derechos de las víctimas.
Además, no se trata de un esquema de justicia aislado sino que forma parte de un Sistema Integral para satisfacer los derechos de las víctimas, no solo a la justicia, sino también a la verdad, a la reparación y a la no repetición.
Esa es otra característica que hace único a nuestro modelo: que las víctimas están en el centro de la solución del conflicto.
Ésta será –entonces– una verdadera justicia para la paz, pero no cualquiera, sino una paz sin impunidad, una paz que respete los estándares internacionales, que se enmarque dentro de nuestra propia Constitución y nuestras leyes, y que –por eso– estará blindada jurídicamente hacia el futuro.
De manera que gracias, ¡muchas gracias, doctor Juan Carlos!
Yo aquí le tengo un regalito como muestra de gratitud. Esto se llama ‘balígrafo’. Es una bala que se convierte en un bolígrafo, para que firme los próximos diplomas de los graduados. Usted ha ayudado a que las balas se conviertan en bolígrafos y que las balas se conviertan en votos. Gracias, doctor Juan Carlos.
Semejante aporte a la paz de Colombia es invaluable y por eso estaremos siempre agradecidos.
Pero nuestra gratitud NO solo es para el doctor Henao, sino para toda la comunidad externadista, porque ustedes –a lo largo de estos 130 años– no han dejado de trabajar por Colombia.
El ejemplo más reciente de esa vocación es la completa investigación que me acaban de entregar sobre la actividad minera en el país –cinco tomos que involucraron a TODOS los centros de investigación de los diferentes departamentos y facultades del Externado–.
Sin duda, será insumo de obligatoria consulta para nosotros –en el Gobierno nacional– y para todo el sector, de manera que tengamos más y mejores elementos de juicio para impulsar la minería como generadora de prosperidad y de desarrollo sostenible, y al mismo tiempo fortalecer y focalizar nuestra lucha contra la minería criminal, que tantos estragos está haciendo en el país.
Hay otro tema que con el Rector hemos convenido estudiar con más profundidad para ser más efectivos, y es la lucha contra la corrupción. Porque esta es otra de las grandes batallas que debemos librar y ganar para ser verdaderamente LIBRES. ¡Tenemos que liberarnos de los corruptos!
Les agradezco, y los invito a seguir trabajando con esos ideales liberales que guían nuestro proceder.
Lo decía Fernando Hinestrosa –en su discurso de posesión como rector del Externado, hace más de 50 años–: LA LIBERTAD NO SE RECIBE SINO QUE SE CONQUISTA.
¡Sigamos CONQUISTANDO nuestras libertades!
En particular, sigamos trabajando para conquistar aquellas libertades que nos permitirán construir el nuevo país que todos anhelamos: en paz, con más equidad y mejor educado.
Y, eso sí, avancemos en esa dirección honrando los valores de democracia y tolerancia que la Universidad Externado ha invocado, defendido y promovido desde sus inicios.
¡Felicitaciones, comunidad externadista, por estos 130 años de vida y de trabajo al servicio de Colombia!
Muchas gracias.