Alexiévich y su mirada dura de la guerra

Svetlana Alexiévich y su mirada dura de la guerra.

 

premio nobel

 

Por : Martín Bayona

He visto un combate...Han matado a tres soldados... Por la noche hemos cenado todos juntos y nadie se ha acordado de los muertos, aunque los tenemos aquí al lado.

El derecho del hombre a no matar. A no aprender a matar. No está escrito en ninguna de las constituciones existentes.
La guerra es un mundo, no es un suceso... Aquí todo es distinto: el paisaje, el hombre, las palabras. En la memoria se graba la parte más teatral de la guerra: un tanque hace una maniobra, se oyen las voces de mando... la destellante trayectoria de las balas en la oscuridad...Pensar en la muerte es como pensar en el futuro. Algo le ocurre al tiempo cuando piensas en la muerte, cuando la observas. Al lado del miedo a la muerte está el atractivo de la muerte...No hace falta inventarse nada. Hay fragmentos de grandes libros en todas partes. En cada persona.
En lo que cuentan (¡tan a menudo!) sorprende la agresividad ingenua de nuestros chicos. De aquellos que hasta hace muy poco eran estudiantes soviéticos del último curso. Lo que quiero conseguir de ellos es el diálogo del hombre con su hombre interior.Y, sin embargo... ¿qué idioma hablamos con nosotros mismos, con los demás? Por eso me gusta el lenguaje oral, no le debe nada a nadie, fluye libremente. Todo está suelto y respira a sus anchas: la sintaxis, la entonación, los matices, y así es como se reconstruye exactamente el sentimiento. Yo rastreo el sentimiento, no el suceso. Cómo se desarrollan nuestros sentimientos, no los hechos. Probablemente lo que yo estoy haciendo se parece a la labor de un historiador, soy una historiadora de lo etéreo. ¿Qué ocurre con los grandes acontecimientos? Quedan fijados en la Historia. En cambio, los pequeños, que sin embargo son importantes para el hombre pequeño, desaparecen sin dejar huella. Hoy mismo un chico —no parecía un soldado, era frágil y de aspecto enclenque— me ha contado lo extraño y a la vez apasionante que es matar todos juntos. Y lo espantoso que es fusilar.

¿Acaso eso quedará en la Historia? Eso es a lo que yo me dedico desesperadamente (libro tras libro): a disminuir lahistoria hasta que toma una dimensión humana.

He estado reflexionando mucho sobre la imposibilidad de escribir un libro acerca de la guerra estando en medio de una guerra. Hay muchas interferencias: la compasión, el odio, el dolor físico, la amistad... Y esa carta que viene de casa y nos enciende las ganas de vivir... Cuentan que cuando matan evitan mirar a los ojos, incluso esquivan la mirada de los camellos. Aquí no hay ateos. Todos son supersticiosos.

Me llenan de reproches (sobre todo los oficiales, no tanto los soldados): ¿cómo puedo escribir sobre la guerra si nunca he disparado ni he sido blanco de disparos? Pero tal vez eso sea lo mejor, que nunca he disparado.

¿Dónde está ese ser humano a quien el simple hecho de pensar en la guerra le causa sufrimiento? No lo encuentro.

Ayer cerca del Estado Mayor había un pájaro muerto en el suelo, de una especie que desconozco. Es curioso... Los militares se acercaban a él, trataban de adivinar qué especie era. Les daba lástima.

Sobre los rostros muertos se puede leer algo así como la inspiración... No logro acostumbrarme a la locura de los objetos cotidianos en la guerra (agua, cigarrillos, pan...). Sobre todo cuando nos fuimos del acuartelamiento y subimos a las montañas. Allí el hombre está cara a cara con la naturaleza y la incertidumbre. ¿La bala pasará por delante, sí o no? ¿Quién disparará primero, tú o él? Allí te encuentras con el hombre que la naturaleza creó, no el que creó la sociedad.

En la Unión Soviética los reportajes de la tele muestran imágenes de cómo se plantan las arboladas de la amistad, que ninguno de nosotros ni ha visto ni ha plantado...

Dostoievski en Los Demonios: «El hombre y sus convicciones son, está claro, dos cosas muy diferentes. Todos somos culpables, todos somos culpables... ¡solo nos falta convencernos de ello!». También dice que la humanidad sabe sobre ella misma mucho más de lo que ha podido plasmar en la literatura o en la ciencia. Sin embargo, él decía que esta reflexión no era suya, sino de Vladímir Soloviov.

Si no hubiera leído a Dostoievski me sentiría aún más desesperada...

De lejos se oyen las descargas del lanzacohetes Grad. Resulta espantoso incluso a distancia.

Después de las grandes guerras del siglo xx y sus muertes masivas, la tarea de escribir sobre guerras modernas (más pequeñas), como la guerra afgana, requiere otra postura ética y metafísica. Hay que reclamar un espacio para lo diminuto, lo personal y lo aislado. Un solo hombre. Único para alguien. El hombre no debe verse desde la perspectiva del Estado, sino desde la perspectiva de quién es para su madre, para su mujer. Para su hijo. ¿Cómo recuperar la perspectiva normal?

También me interesa el cuerpo, el cuerpo humano, ese enlace entre la naturaleza y la historia, entre lo animal y lo verbal. Todos los por menores físicos son importantes: los cambios de la sangre expuesta al sol, el hombre justo antes de su marcha... La vida como tal es increíblemente pintoresca y, por muy cruel que suene, el sufrimiento humano es especialmente pintoresco. La cara oscura del arte. Ayer, por ejemplo, presencié como recogieron, pedazo a pedazo, a unos chicos que habían volado por los aires con una mina antitanque. Podría no haber ido, pero fui para poder escribirlo. Y ahora lo escribo...

Sin embargo: ¿era realmente necesario ir a verlo? Oí como los oficiales se burlaban de mí a mis espaldas: la señorita se rajará. Pero fui, y no hubo nada de heroico en ello porque me desmayé. Tal vez fuera por el calor o por la conmoción. Quiero ser honesta.

He subido a un helicóptero... Desde el aire he visto centenares de ataúdes de zinc, el suministro para el futuro, brillan bajo el sol, es bonito y terrorífico...Cuando te enfrentas a algo así enseguida surge un pensamiento: la literatura se ahoga dentro de sus límites... El hecho y su reproducción solo sirven para expresar lo que ven los ojos, ¿quién necesita un informe detallado? Hace falta algo diferente... Instantes estampados, extirpados de la vida...Volveré siendo una persona libre... No lo era antes de ver lo que estamos haciendo aquí. Me sentía sola y asustada. Volveré y jamás entraré en un museo militar...